La nueva realidad exige nuevas reglas, que marcarán un juego muy diferente.
Con el ánimo de ver el vaso medio lleno, mi visión es que la pandemia ha resultado un despertador para el sector educativo que lo obligará a salir del adormecimiento en que ha estado sumergido durante los últimos 200 años, dominado por la rigidez de instituciones académicas y de sistemas regulatorios que deberán re-pensarse en forma veloz, para adaptarse a la transformación digital que está inundando todos los sectores de actividad.
Esta crisis representa un sismo de gran escala que viene a sacudir los cimientos de la educación para bien, más allá que nos invada la nostalgia de épocas de convivencia cara a cara de las aulas presenciales. Hablo sobre todo de la formación ejecutiva, que ahora más que nunca, demanda que se adapte a las complejas necesidades del mundo corporativo y a una dinámica de una sociedad que ha evolucionado a un ritmo más acelerado que las tradicionales escuelas de negocios.
El mayor cambio en la educación de negocios se ha producido gracias al e-learning y a todas las plataformas y aplicaciones que han surgido para su exitosa implementación. El prolongado confinamiento ha derrumbado el temor que había sobre la educación virtual otorgándole, un protagonismo que va a marcar un antes y un después para las escuelas de negocios, donde jugará un rol central.
Los actuales actores de esta industria, Universidades, Escuelas de Negocios, Autoridades de Educación, Organismos de Acreditación, y profesores tendrán que adaptarse a nuevos paradigmas de formación.
Las barreras de entrada a este sector, que estuvo protegido por normativas en contextos geográficos, se han visto derrumbadas. Es previsible que ingresen nuevos actores, que gracias a Internet podrán trascender fronteras, y no estarán sujetos a acreditaciones ni a regulaciones educativas.
En este contexto, la educación de negocios contará con un componente tecnológico muy fuerte, de lo que se desprende que las grandes empresas tecnológicas participarán muy activamente a través de poderosas plataformas virtuales de alta calidad. Estos nuevos jugadores no arrastrarán el peso ni los costos de grandes estructuras edilicias, ni de grandes bibliotecas o costos grandes costos fijos.
El e-learning, hasta hace poco tiempo visto peyorativamente será el entorno donde encontrar conocimientos actualizados, personalizados y una experiencia de cursado única e irrepetible. La tecnología en sus diversas variantes enriquecerá el juego. La inteligencia artificial, la realidad virtual, la analítica de datos, serán claves en este proceso.
La masividad será reemplazada por la personalización, permitiendo gracias a la tecnología, identificar necesidades de formación individualizadas tanto a nivel de contenido como de ritmo de cursado.
Esto facilitará que la educación sea más accesible, logrando su democratización. Quedarán atrás las grandes inversiones en universidades renombradas, cuyo diferencial se limitará a la posibilidad de ofrecer un alto nivel de networking. En este orden de ideas, es por lo menos cuestionable que este networking justifique estas grandes inversiones en el largo plazo.
El “lifelong learning” será cada vez más relevante, y este aprendizaje continuo se dará de forma virtual y a un costo muy asequible. Los modelos pedagógicos activos, experienciales, vivenciales, lúdicos estarán omnipresentes. La aplicación práctica le ganará el espacio áulico a la transferencia del conocimiento teórico. La relevancia, la funcionalidad, la flexibilidad y la performance dominarán la escena, y prevalecerán sobre argumentos imaginarios de instituciones que han mantenido el statu quo durante siglos pero cuyos modelos académicos correspondían a otro siglo.
Hoy más que nunca, las universidades y las escuelas de negocios tendrán que repensar las carreras que se desarrollarán, el tipo de profesionales que pretender formar, cómo, y sobre todo el para qué. Definitivamente deberán orientarse a satisfacer las necesidades de talento de las empresas, y a formar emprendedores.
La realidad empresarial exige nuevos perfiles de profesionales, con conocimientos y competencias distintas a las que se enseñan en la inmensa mayoría de las universidades y escuelas de negocios. Estas instituciones deberán adaptarse sí o sí a la evolución de los modelos laborales, y orientar su estructura a la empleabilidad de sus alumnos.
En este entorno de acelerada disrupción muchos jugadores se quedarán fuera del juego, su supervivencia va a depender de la velocidad con que se adapten a este nuevo escenario.
El futuro ya llegó, está con nosotros. No de la forma y en los tiempos que esperábamos.
El diferencial de la formación ejecutiva no estará en el tamaño de las bibliotecas, de los campus físicos, de las aulas, sino del ecosistema que generan.
No alcanza con estar informados, debemos tener las herramientas y destrezas incorporadas en un nuevo ADN, con competencias múltiples para lidiar con la incertidumbre. No serán tiempos fáciles. Habrá que poner toda nuestra voluntad, toda nuestra lucidez, toda nuestra capacidad de innovación, todos nuestros recursos, para aprovechar las oportunidades que nos brinda el contexto, y en definitiva sobrevivir. Y sobrevivir en un mundo digital.