Innovar es tal vez una de las actividades más difíciles, por todas las implicaciones que plantea y que inicialmente no son visibles.
Podríamos pensar que un proceso genuino de innovación, surge como consecuencia de una nueva demanda o una existente, que no hemos atendido o considerado anteriormente y por ello, se vuelve imperativo para la organización. Pero el dilema es muchas veces, no cuál es la oportunidad para innovar, sino ¿Por qué no pudimos ver o hacer algo antes?.
Las empresas, como cualquier organización, mayor o menor, están formada por personas que cumplen roles, y, ¿Qué ocurre cuando intentamos modificar un rol?, ¿Una actividad, una forma de trabajo?. El sistema reacciona tratando de mantener su inercia, su forma de resolver, sus mecanismos de creación de valor.
En resumen, nuevos problemas a resolver con recetas ya probadas, en un contexto que pudo haber cambiado. Es humano y puede ser peligroso. Por ello la innovación se trata de dos palabras: Ideas y personas. Ideas sobre cómo satisfacer una nueva o potencial demanda en un contexto determinado. Y Personas, sobre cómo alinear los intereses personales, con los corporativos, con los del mercado.
En resumen, Innovación: Ideas + personas